El Paseo la Plaza siempre nos ha cautivado a los vecinos por su enigmático espacio urbano cuyo lenguaje empatiza con el imaginario colectivo de la heterogeneidad de una ciudad, especialmente como Buenos Aires.
El predominio del vacío, el aire y la vegetación ilustran literalmente la identidad de la plaza como su nombre indica. Sus callejones de adoquines rodean los teatros donde cada edificio tiene una identidad que emula claramente a un antiguo pueblo. Es en este atributo único, tan valorado por el usuario, donde analizamos cómo podemos integrar una nueva identidad. Una identidad que debe mantener a «La Plaza» como protagonista y a «Manduca» como su mercado necesariamente integrado.
Esta cuidada integración entre ambos mundos, se traduce en un elemento que definimos con el nombre de “cinta” y constituye la identidad del mercado. Es una plataforma de comunicación en sí misma y comunica un lenguaje contemporáneo, dinámico e integrado en toda la longitud de su desarrollo que, además, cuenta con una propuesta de vegetación sustentable. De esta forma, Manduca es también una plaza dentro del paseo.
La estrategia ha sido mantener la heterogeneidad de sus edificios en su aspecto tectónico y formal, pero hemos ejecutado una homogeneización de sus volúmenes implementando tonos oscuros, de manera que el edificio que define el nuevo uso, » el mercado» se diferencia, no sólo por sus tonos claros, sino también por su tectónica.
El edificio del “Paseo de la plaza” es muraría y densa, y el nuevo edificio que denominamos “cinta” es ligero y de chapa. Esta pieza se eleva del nivel del suelo, entre canteros vegetados, conteniendo 10 fachadas de locales comerciales diseñados como ventanas de los antiguos bares de la acera. Su mobiliario frente a las ventanas está resuelto a través del mismo lenguaje.
Con el mismo lenguaje de los porches, hemos definido zonas de uso común para los comensales del complejo, como si fuera una continuación natural del sistema constructivo.