El complejo Madero Harbour se emplaza con protagonismo en el enclave de Puerto Madero, ese territorio en que la ciudad se refleja sobre el agua y lo natural tensiona con lo artificial. El concepto de margen, de borde, de límite en que la traza urbana producto de la cultura colisiona con la inmensidad natural del río se convierte en el punto de partida del proyecto que invita a repensar la arquitectura como una contradicción compleja y estimulante por el choque entre los opuestos.
De allí surge la propuesta: dos espacios que encarnan la dualidad entre, por un lado, el orden racionalista (minimalismo) y por otro la exaltación sensorial (maximalismo). La grilla Miesiana ofrece un marco conceptual: organiza la planta mediante ejes axiales afectando al resto de los elementos que proponen diferentes situaciones de uso.