La búsqueda inicial de la marca fue desde un principio deshacerse del preconcepto de heladería tradicional y emparentarse a cualidades estéticas no convencionales para este tipo de programas. Acercar el producto y la marca al arte desde varios aspectos fue el camino elegido como proyectistas. Mediante la elección de los materiales, la iluminación, el equipamiento y algunos recursos cuasi escultóricos, logramos incorporarle a una heladería atributos que generan el confort de un living domestico y reminiscencias de una galería de arte.
Mediante el desarrollo de diferentes elementos constructivos -el tratamiento martelinado de las columnas exagerando las características del hormigón; la verticalidad del entablillado de madera negra; y principalmente el trabajo en el revestimiento/baranda de hierro y vidrio- se busca siempre potenciar las cualidades espaciales del local, haciendo foco en su doble altura.
La construcción de una pieza artística topográfica fue en parte una decisión asociada a la idea de producto gastronómico con relevancia en el concepto artístico. Su ubicación fue decisiva para su protagonismo.
El equilibrio de elementos antiguos/contemporáneos, monocromáticos/coloridos, planos/texturados, genera un eclecticismo estético interesante que en todo momento cede protagonismo al producto comercializado: cremas heladas.